martes, 25 de septiembre de 2007

El sistema circulatorio

El sistema circulatorio es un conjunto de vasos, arterias, venas, capilares sanguíneos, vasos linfáticos, y un órgano impulsor: el corazón. Sus funciones son las de realizar la circulación de los líquidos internos (sangre y linfa), llevando a las células el oxígeno y sustancias necesarias para el metabolismo, recogiendo a su vez los productos de desecho. Además, también interviene en el mantenimiento del equilibrio iónico, la distribución de vitaminas y hormonas, la regulación hídrica de los tejidos, y la defensa frente a las agresiones infecciosas externas.

El sistema circulatorio es cerrado en los humanos, es decir, circula siempre por el interior de vasos sanguíneos (arterias y venas). En muchos animales este sistema es abierto (la sangre encharca directamente los tejidos).

El corazón

En los animales, en general, el sistema circulatorio consta de un órgano impulsor único o múltiple (el corazón), el cual propulsa la sangre describiendo ciclos completos; en otros casos simplemente se limita a realizar un movimiento de vaivén de la sangre. Animales que tienen corazón son, por ejemplo, los moluscos, artrópodos y vertebrados. El corazón es, en los animales inferiores, una simple dilatación de un vaso; en los animales superiores suele ser musculoso, contráctil y con dos, tres o incluso cuatro cavidades (como en los humanos), son las llamadas aurículas y ventrículos.

Definición y funcionamiento general


El corazón de los humanos es un músculo hueco, con forma de cono invertido y la punta ligeramente inclinada hacia la izquierda; tiene un peso aproximado de 300 gramos. Se sitúa en la cavidad torácica, entre los pulmones, y está dividido en dos aurículas y dos ventrículos; cada aurícula se comunica con el ventrículo de su mismo lado. En la aurícula izquierda entra la sangre oxigenada procedente de los pulmones, siendo enviada al ventrículo izquierdo para ser impulsada a las arterias.

Cuando la sangre recorre todo el cuerpo se va convirtiendo en venosa (recoge los desechos) y retorna por las venas a la aurícula derecha, de aquí al ventrículo derecho, y finalmente a los pulmones donde se oxigena de nuevo para iniciar otro ciclo. Todo este proceso requiere que exista una circulación sanguínea, por ello el corazón realiza una serie de movimientos de dilatación o relajación (diástole) y contracción (sístole).



Tejidos cardíacos


El corazón tiene tres capas de tejidos que son, comenzando desde su interior, el pericardio, miocardio y endocardio.
- El pericardio es una cubierta fibrosa de doble capa, con la cara inferior revestida de una membrana serosa (epicardio) que envuelve el corazón, y que en su interior acoge el líquido pericárdico.
- El miocardio es el tejido muscular del corazón, encargado de la contracción, situado entre el epicardio y el endocardio. Las fibras miocárdicas presentan un disposición particular, que permiten durante la contracción (sístole) la expulsión de la sangre ventricular a través de las válvulas hacia las arterias aorta y pulmonar.
- El endocardio es una membrana de tejido epitelial plano que tapiza las cavidades del corazón y del aparato valvular, y continúa en los vasos sanguíneos que salen y van a parar al corazón. Su misión es impedir que la sangre se coagule en el interior del corazón.

Cavidades y válvulas auriculoventriculares


El corazón humano está dividido en dos mitades independientes que albergan las cavidades auriculoventriculares: la parte izquierda bombea sangre a todo el organismo, y la derecha lo hace sólo hacia los pulmones. Cada una de estas partes consta de una aurícula y un ventrículo comunicados entre sí mediante las válvulas auriculoventriculares. La válvula del lado derecho, es decir, la situada entre la aurícula y el ventrículo derechos, se llama tricúspide, en referencia a que está compuesta por tres láminas terminadas en tres cúspides o puntas.

La válvula del lado izquierdo, es decir, la que está entre la aurícula y ventrículo izquierdos, se llama bicúspide, porque posee dos láminas; también se llama válvula mitral, en referencia a que tiene forma semejante al de una mitra. Las láminas valvulares están sujetas a las paredes interventriculares mediante fibras tendinosas. El cierre y apertura de las válvulas se realiza en función de las contracciones del corazón, dejando pasar la sangre de las aurículas a los ventrículos.

Ciclo cardíaco


El latido cardiaco es el resultado del ciclo de sístoles (contracciones) y diástoles (relajaciones) alternativos de las cámaras del corazón. Este latido tiene una duración aproximada de 0,8 segundos. Durante la sístole auricular, que dura unos 0,15 segundos, las dos aurículas se contraen para impulsar la sangre a los ventrículos, los cuales están en ese momento en la fase de diástole ventricular (relajados). En esos instantes las venas que entran en el corazón están cerradas, evitándose así que la sangre retroceda. Durante la sístole ventricular, que dura una 0,3 segundos, los ventrículos se contraen para expulsar la sangre hacia las arterias; en ese momento las aurículas están en la fase de diástole auricular (relajadas), y las válvulas bicúspide y tricúspide se cierran para evitar que la sangre retroceda hacia ellas. Finalmente, se produce una fase de relajación de las aurículas y ventrículos (diástole general) que dura unos 0,4 segundos, a partir de la cual se iniciará un nuevo ciclo.

Estímulo y ritmo cardíaco


El corazón regula las contracciones mediante un exclusivo sistema de tejido nervioso, el tejido nodal, que se localiza en varias zonas del miocardio. El estímulo nervioso que propicia el latido se inicia en el llamado nódulo senoauricular (marcapasos del corazón), localizado en la aurícula derecha, en la base de la vena cava superior. A través de la pared auricular, el estímulo llega al nódulo auriculoventricular, localizado en la base del tabique interauricular, continúa por el fascículo de His, se ramifica en dos a ambos lados del tabique interventricular, y se distribuye finalmente al miocardio de ambos ventrículos a través de las fibras de Purkinje. El ritmo cardíaco es normalmente de 60-70 latidos por minuto, pero puede verse alterado (acelerado o retardado) a través del sistema nervioso simpático y parasimpático, por la acción de centros localizados en la médula espinal y el bulbo raquídeo.

Con un fonendoscopio aplicado al pecho se pueden escuchar e identificar los sonidos producidos por el corazón durante las distintas fases de contracción y relajación. El ruido de la contracción indica que se manifiesta la sístole ventricular, es un sonido más largo y menos perceptible que la diástole, y en la cual se produce una tensión de la musculatura. Por su parte, en la diástole se percibe un sonido más corto y claro, indicativo de que se cierran las válvulas de las arterias aorta y pulmonar. El médico o cardiólogo puede detectar algunas lesiones del corazón con sólo escuchar estos sonidos; por ejemplo, si las válvulas no efectúan sus funciones de apertura y cierre con normalidad, se manifiestan unos ruidos característicos en forma de "soplos" cardiacos.